Ya se acerca otro fin de semana, ya está aquí, a la vuelta de la esquina, y aun que parezca algo exagerado, me cansa una sensación de ansiedad que casi no me cabe en el pecho, pienso más que antes en estos dos nefastos días que culminan cada semana, me llena más que nunca la sensación de encierro; como si cada fin de me metieran en una caja de cristal, hermética e insonorizada, con la posibilidad única de poder ver pinceladas de la vida, de una vida que está pasando frente a mí, desesperándome por no tocar, ni oler, ni tener el derecho a sentir. Cual castigo de Ceus, condenado a ser un mero espectador de los sentimientos ajenos, torturado con imágenes de felicidad, rezagado a mero auditor de otras vidas y con el único don de saber escucharlas. Ese es mi castigo, escuchar lo que otros sienten sin tener derecho a saborear las mieles del amor, me he de conformar con migajas que alguien deja caer dentro de la caja, expectante de mis reacciones, espectador inhumano que ve diversión en tal tremenda tortura, riéndose al contemplar como mi corazón se llena de ilusión, sentimientos, esperanzas de un cambio que no llega, que se me deniega lo que muchos malgastan.
Así son mis fines de semana, dos días tediosos, 48 horas de encierro emocional, 2880 minutos donde la materia gris no cesa, 172800 segundos de soledad dentro de la caja de cristal; en mi soledad, te pido a ti, ¡Dios mío! Que por una vez todo cambie y me dejes salir de la caja, porque aquí me tienes, en mi soledad aquí sentado…
EN MI SOLEDAD
Son pocas las cosas que hacen saltar
mi corazón de alegría,
son pocas las sensaciones que me hacen
sonreír cada día;
pero en la oscuridad aquí sentado
junto a mi soledad con los ojos entornados,
siempre te ayo a mi lado.
Por muchos años que han pasado
de mis recuerdos jamás te he borrado,
en mi soledad aquí sentado
te vuelvo a ver calle abajo caminando;
agazapado tras un árbol esperaba
a que pasaras a tus libros abrazada,
era una fugaz de tus miradas
la que hacia que mis días de alegría se llenaran,
fueron muchas aquellas tardes
que tras el árbol esperanzado te esperaba,
y fueron tantas las noches que te rezaba
tantos los rezos porque nuestras almas
al final de aquella calle algún día se encontraran,
tantos rezos en noches amargas
no han borrado el recuerdo de tus sonrisas doradas.
Y ahora aquí sentado
junto a mi soledad te sigo rezando,
mis ojos cada vez más entornados
siguen en mi cabeza tus recuerdos buscando;
en la oscuridad el tiempo ha pasado
y ya no vas calle abajo a tus libros abrazandon,
mi escondite, mi refugio, mi árbol de niño
por un banco en la plaza he sustituido,
pero sigue siendo la misma alegría
que despierta mi corazón
al verte cruzar la plaza cada día,
y aun habiendo pasado el tiempo
son mis rezos los que finalizan mis noches amargas
rezos por unir nuestras almas.
Mas la noche va cayendo,
mas mis ojos se van cerrando
y más a mis recuerdos me voy aferrando;
vuelvo a ver tu sonrisa, tus ojos, tus labios,
vuelvo a sentir la brisa
sentir ese viento como tu pelo va tocando;
y vuelven a revivir emociones
sentimientos en mi ya casi olvidados,
y ahora en la oscuridad sentado
en mi soledad,
a mis sueños me veo atrapado
lucho y reniego, me enfrento
pero esta noche, como cada noche
es Morfeo quien ha ganado,
¡maldito embaucador!, ¡maldito seas!
maldigo a ese dios que tanto juega,
puesto que con su capa de sueños
de esperanzas, de ilusiones
vuelve a encerrarme en sus juegos, ¡casi en sus maldiciones!.
Que sentido del humor tiene la vida
que manera mas agria tiene
de reírse de una herida,
lo que en hermosos recuerdos comienza
con dulces sueños se mezcla
en un amargo llanto termina;
antes de terminar atrapado
siempre rezo, siempre pido
que Morfeo no me acoja en sus brazos;
pero temo como tantas noches
durante tantos años,
sucumba y termine atrapado.
Al alba al despertar con el cuerpo empapado
vuelvo a rezar para que todo quede olvidado,
seco mis lágrimas y humedezco mis labios
en un intento de borrar ese sabor tan amargo,
de una y mil noches de soledad.
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