Jueves 25 de Marzo del 2010
Quizás quienes hayan leído “Educando a las hadas” comprenderán parte de esto que plasmo aquí, en su diferencia también pueden entenderlo quienes vieran la película; de todas formas solo son palabras sueltas en algún lugar. Yo sí creo que en el andar de la vida uno se va cruzando con esas hadas que en cierta manera lo único que pretender es ayudar cuando más lo necesitamos, están ahí y si tenemos la suerte de que se crucen en nuestro camino, después nada será lo mismo. Yo he tenido la suerte de encontrar a uno de estos seres. A mi campanilla, no sé si será lo que quieres o esto será lo que esperabas pero ya sabes que yo escribo lo que siento…
Ahora es el momento
Tras la barra de un bar, al aroma de un cigarrillo y del sabor de una cerveza, rememoro aquellos tiempos en que la realidad se confundía con los sueños, esos sueños que ya quedan muy atrás.
Puedo vislumbrar entre las sobras de este bar, esa sonrisa que iluminaba toda su cara, haciendo más pequeños esos ojitos tras los cristales de sus gafas; aun noto esa atracción que ambos sentíamos al cruzar nuestras miradas, daba igual como me fuera el día si al termino de este, podía compartir unos minutos a tu lado, me llenaba verte sonreír, comentar las cosas contigo y ver cómo me escuchabas relatarte todo lo que me preocupaba, para finalmente terminar con tu mano en mi cabeza diciéndome que no me preocupara. Me gustaba sentir tus caricias con esas manos pequeñas y suaves, de dedos finos y bien formados, con las uñas algo pequeñas, por tu manía de comértelas, pero que nunca me importo, es algo que te hacia ser mas tu. Fueron tantos los planes que soñamos tras aquella baya viendo cómo iba avanzando la obra, nos ilusionaba a ambos ver que se acercaba el día en que lo compartiríamos todo, y por fin llego, no recuerdo el haber estado tan nervioso, los minutos hasta tu llegada me parecieron horas y por fin, te vi bajar del coche, estabas impresionante, nunca vi a ninguna novia tan guapa, tan radiante, con ese brillo en tus ojos, con esa sonrisa, que al mirarte me decían “tranquilo que ya llegue”; y al llegar la noche, los dos juntos, desmontando todo aquel peinado, entre besos y risas quitando horquillas, hasta quedarnos dormidos y por mis mejillas resbalaron las lagrimas de tanta emoción por todo un día, por el día mas feliz de mi vida, que en un arrebato de necedad le quite importancia mintiendo sobre el motivo de mi llanto. Pero era feliz y quería gritarlo.
Un sorbo mas a mi cerveza, una calada profunda al cigarrillo y tras la exhalación del humo de mis pulmones, imagino como seria todo si aun compartiéramos esos sueños que un día nos unieron; seguirías acariciando mi cabeza al despertarme en mitad de la noche repitiendo “tranquilo que no pasa nada”, compartiríamos esos fines de semana paseando con algún niño de rizos negros y con esa mirada, esos ojitos iguales que los de su madre, seguramente de piel muy blanca y algo rollizo, pero con un corazón enorme al cual sería imposible no querer; Menta como es habitual en ella, nos acompañaría dando saltos y olisqueándolo todo, miedosa de todo aquello que le sale al paso, pero que tanto nos hace reír cuando reculea por algo que no conoce; esas tardes de cine en casa, primero alguna película infantil, después recogería los trastos del niño que estarian desperdigados por todo el salón, mientras le preparas el baño, haría la cena de ambos al tiempo que terminas con el ritual de acostar al peque, para poder cenar frente al televisor, quizás discutiríamos un poco por el volumen de la película o por saber a quién le toca darle el masaje al otro, pero terminaríamos riendo, escuchando esa risa que tienes a la cual nunca le pude negar nada, ósea que al final, terminaría con tus piernas encima de mi regazo, acariciándolas como a ti te gusta mientras llega el final de la película; viendo juntos cómo pasa el tiempo, como nuestros rostros se llenan de arrugas, esos niños crecen, como la vida nos va tratando, pero juntos.
Un chasquido seco me saca de mis pensamientos, le doy un último trago apurando las pocas gotas de cerveza que quedaban en la copa, apago la colilla saco del bolsillo las pocas monedas que en el llevo y regreso a casa, a la vida que nunca imagine tener…
Como he dicho antes esto solo es un relato, un trozo de mí para mi campanilla que hoy al cruzarme con ella me pidió, espero que te guste, gracias por todo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario