lunes, 10 de mayo de 2010

Domingo 9 de Mayo del 2010


Siempre pensé que a todos nos gustaría ser una mosca en la pared para poder ver en primera persona las vidas de los demás, quizás no de todo el mundo, pero si de algunos a los que conocemos, no por ser cotillas, si no por conocerlos un poco mas, conocer de verdad a esas personas que se encuentran en nuestros círculos, esos a los que queremos; ¿ser esa mosca nos ayudaría a quererles mas? O a lo mejor nos ayudaría comprenderles un poquito mejor..

Uno quizás puede esperar toda una vida a que suceda algo; regresar a casa y antes de abrir la puerta quedarse mirando al suelo, anhelando que al cruzar el umbral encontrar una simple nota bajo este, como un estúpido día tras día la decepción se plasma en el rostro al comprobar que eso, que esas cosas tan solo suceden en las películas, pero aun así, una sonrisa socarrona se vislumbra en sus labios; despojarse de todo lo que ha ido cargando en su día rutinario, llaves, tabaco, chaqueta; en fin, ir descargándose del peso de cada día, como si con ello pudiera soltar el lastre y el sopor de un día como el anterior. Preparar la escasa cena que uno solo a de comer frente al televisor, único amigo sonoro que le acompañara en esas noches solitarias y vacías de sentimientos compartidos. Fregar los escasos utensilios utilizados en esa solitaria noche, mirando por la ventana e imaginando como sería una discusión o un enfado porque otra vez le toco lavar los platos, un encantador desacuerdo con esa persona que sentada en el sofá frente al televisor le espera sonriente; pero el plato ya está limpio, los cubiertos secos y tan solo una copa de vino le espera frente a la tele.

Y la misma pregunta ronda su cabeza noche tras noche, ¿Cuánto puede uno esperar a que cambien las cosas?, pregunta sin respuesta, sin solución, pregunta que se va perdiendo en la soledad de las noches vacías de sentimientos. Noches y días iguales una a otras, con tan solo una diferencia, que hoy, en estos tiempos, ya no tan solo es un televisor que le hace compañía, hoy ya hay una ventana al mundo, donde noche tras noche, espera ensimismado a que suceda algo; al principio hasta era algo emocionante, quizás por novedad o quizás, por ilusionarse al igual que cuando cruza el umbral de su casa a sabiendas que no encontrara nota alguna, ahora con la ventana encendida, conectado al mundo, espera mientras cena a que un pequeño sonido salga de ella, una pequeña señal auditiva que le avisa de la llegada de un mensaje; cena con un ojo en la pantalla y otro en el televisor, pero con todos los sentidos puesto en ese pequeño sonido, esperanzado que en algún momento llegaran esas líneas, ilusionado por ese email van pasando los minutos; terminar de cenar, lavar rápido el escaso menaje empleado, ya sin reparar en la ventana, sin apenas prestar atención a todo aquello que sale de la caja tonta, sentado frente al monitor del ordenador que descansa sobre la mesa el mira por encima de la pantalla mientras hace zapin, pero raudo y veloces los ojos se clavan en el monitor al escuchar el inconfundible sonido de una nueva entra en el Messenger, desilusionado una idea le viene a la cabeza al comprobar que no es quien espera, pero borra rápido esa idea cual borrador en la pizarra intentando solo pensar en esas líneas, en ese email que no llega, se concentra, intenta solo pensar en ello, visualizar cada una de las palabras que podrían estar escritas en ese tan ansiado mensaje; técnicas de visualización que un día leyó en algún sitio, una técnica que promete resultados si de verdad visualiza eso que tanto anhela. Una pobre solución para unos pobres desgraciados que se agarrarían a un clavo ardiendo para no dejar de soñar; pero aun a sabiendas que es una técnica absurda de seudo psicólogos de postín, el, cada noche sigue visualizando e imaginando esas líneas que comprenden ese email que nunca llega.

Día tras día, noche tras noches, son los mismos rituales, la misma esperanza al abrir la puerta o al encender el ordenador, al escuchar es tintineo de una nueva entra en el Messenger, y la misma idea que le ronda por su cabeza, esa visualización que jamás se producirá; termina la noche aunque él no quiera, toca despedirse y cerrar sesión, toca ir apagando luces y meterse en la cama, vacía y fría, un dormitorio al cual no le apetece nada meterse; una estancia que conoció tiempos mejores y ahora llena de sueños absurdos de romance, pasión y de esperanza igual que ese email que nunca llega; por mucho que dilate en el tiempo, finalmente sucumbe al sueño, noches de entrecortado descanso, despertando en mitad del reposo, roto por pesadillas de una vida a la cual se niega a enfrentarse, una vida vacía y solitaria, oscura de sentimientos no correspondidos. Y como siempre, noches que terminan al alba, al despuntar el sol el ya despierto sudoroso, con los ojos húmedos por una congoja que se niega a salir, un sentimiento de rabia auto retenida, haciendo un verdadero esfuerzo, aun estando en soledad, por no dejar escapar esas emociones que descansan en su interior; negose como cada despertar a admitirse a si mismo los penares de su vida, frente al espejo lava su cara, su dientes y con la ducha matutina intenta borrar todo lo acontecido en brazos de Morfeo, y antes de partir un último vistazo al espejo, con una falsa sonrisa en su rostro se dice a si mismo que será un nuevo día, un día especial y bonito, será el día, ese día que cambiara el resto de sus días, una nueva mentira, el mismo engaño que hace llenar esos días y noches de soledad.

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